Para saber más












Esta pieza fue hallada casualmente a finales de noviembre de 1988 en el término municipal de Caracabuey (Córdoba), a unos quinientos metros al SO. de esta población en el lugar denominado "El lagar", próximo al de la "Marina". La encontró D. Manuel Zafra Gómez, funcionario del Ayuntamiento de Carcabuey, en un majano junto a cierta cantidad de fragmentos de tégulas y diverso material cerámico procedente quizá de alguna villa próxima. Fué donada al Museo Histórico Municipal.para su conservación y exposición.

La parte hallada se conserva en buen estado y su fragmentación es antigua; sin embargo, hemos de lamentar que no haya aparecido completa sino un solo fragmento y precisamente el que menos datos nos puede proporcionar, ya que se trata de elementos comunes en las inscripciones funerarias. La longitud del fragmento es de 13 cms, su altura de 19,5 y de grosor tiene 3,5; en la parte derecha tiene una moldura de 1,5 cms. para ser fijada a la sepultura mediante una garra y otra igual tendría en el lado izquierdo.

Su lectura no ofrece dificultad alguna:

( ........................AN) NORUM
(........................HIC) EST SIT
(TIBI) (TERRA)            L)EVIS

Se trata de una pieza de marmol blanco tipo "Macael" posiblemente sacada en alguna cantera de los alrrededores de Carcabuey, pulida solo por su cara anterior. Es claro que no todas las líneas son iguales en longitud ya que van disminuyendo de arriba a abajo, aunque sí parece que sería una pieza totalmente regular y rectangular, aunque son conjeturas, ya que desconocemos cuál sería el texto restante y ni siquiera si tendría solo las tres líneas que se ven o si, como parece lógico, tendría dos más, una primera con la dedicación formularía a los diose manes, D M S, y un segunda con el nombre y filiación del difunto. Esta perfectamente centrada en el campo epigráfico que es ligeramente inferior a las dimensiones de la làpida, es decir, bien aprovechada la superficie utilizable, como podemos observar en la fotografía. La altura de las letras es la misma en todas las líneas, aproximadamente 4,5 cms, excepto la T y S finales de las dos últimas líneas en las que el trazo superior destaca por encima de las restantes letras.

El examen de la inscripción nos lleva a la conclusión de que está escrita en letra capital rústica o actuaria del siglo I, posiblemente de época del emperador Claudio, de acuerdo con el estudio que de las letras hacen Cagnat, Batlle Huguet y Roldán Hervás sobre los modelos de Hübner.

Los signos de interpunción se ve claramente que son de dos tipos: al final de la primera línea conservada y entre las dos palabras de la segunda línea tenemos un punto de los de forma triangular, que suelen ser muy variados. Sin embargo, al final de las dos segundas líneas observamos dos signos iguales, dos "hederae distinguentes", una más inclinada que la otra, no muy cuidadas, ya que los lapicias no solían esmerarse excesivamente en estos signos que, como en este caso servirían a veces como motivo ornamental.

Se trata, pues, de una inscripción funeraria más de las muchas aparecidas en la zona, que contribuirá a engrosar el ya voluminoso segundo Corpus Inscriptionum Latinarum.

Autores: Julián García García y Fernando Leiva Briones.
Publicado en el Boletín de la Real Academia de Córdoba, de Ciencias, Bellas Artes y Nobles Letras.
Año LIX.-1988.-Num.. 115







Inauguramos esta nueva sección donde cada mes publicaremos información detallada de una de las piezas de nuestro museo.

Animamos a todos los aficionados a la Historia y a la Arqueología que completen los contenidos expuestos a través de sus comentarios.

La pieza elegida para el mes de Febrero es una llave romana de hierro donada al museo por Manuel Zafra Gómez, compuesta por tija y paletón de dos dientes. En cuanto a su estructura, una llave consta de cuatro partes básicas: TIJA o asta, ANILLO, OJO y PALETÓN.
La Tija corresponde al ASTA de la llave, pieza que conecta al anillo con el paletón.
El Anillo y el Ojo forman una unidad, que generalmente es la parte más elaborada desde el punto de vista ornamental, y mecánicamente constituye la palanca de la llave.
Tenemos también el Paletón, que se encuentra en el extremo opuesto al conjunto ojo-anillo y es la pieza que da nombre, de manera indirecta, al objeto que nos ocupa, puesto que contiene la CLAVE o, lo que es lo mismo, las combinaciones que se adaptan a cada cerradura en particular. Y finalmente, podemos hablar de la Guarda, explicando que, aunque es un elemento fundamental dentro de la individualidad de cada conjunto cerrojo–llave como sistema de seguridad, no es una estructura básica, ya que podríamos encontrar llaves sin guardas propiamente dichas. Concretando, la guarda es una especie de acanaladura observable en el perfil del paletón, abierto hasta la tija, que se adapta a la abertura (chapa o rodete) de la cerradura para la cual fue fabricada cada llave en particular.
Detalles históricos sobre la llave:
La llave más antigua que se conoce era de madera y se encontró con su cerrojo en las ruinas de Nínive en la antigua asiria, data del 4,000 a.C. El dispositivo egipcio consistía en inmovilizar un pasador en un bloque fijo, en medio de pitones móviles. Para abrir, la llave se introducía en o bajo el pasador, era elevada y sus pitones penetraban en los alojamientos de la cerradura, que entonces retrocedían en la caja.














Fué en Roma donde empezó a utilizarse la cerradura y la llave metálicas. Asimismo perfecionaron las cerraduras egipcias añadiendo un sistema de seguridad en los cierres: la vuelta de llave.

Son los creadores de la "miniaturización", pues consiguieron disminuir el tamaño de las llaves de forma sorprendente. Se atribuye también a los romanos la introducción del candado, aunque según parece fue inventado mucho antes en China.


La tradición del anillo de compromiso nos viene también de la cultura latina, en donde se hizo común el uso de la llave-anillo, que como podemos imaginar era un aro del cual se proyectaba, perpendicular a éste y a lo largo del dedo, la llave. De tal manera que el usuario de dicha prenda tenía “a la mano” la llave, con un inmejorable llavero como solución sumamente práctica si consideramos que las túnicas romanas no disponían de bolsillos.

La llave era uno de los símbolos de la autoridad del césar. El origen de ello se asocia, en principio, con la leyenda del dios-sol Mithra, a quien se representaba portando dos de estas piezas. Así mismo, las deidades paganas Janos y Cibeles también ostentaban llaves, con las cuales demostraban su posición por encima de los mortales. De tal manera que, en el preciso momento en que los emperadores romanos reclaman ser sucesores de los dioses, la clavem se convierte en un símbolo más de su poderío.

No hay comentarios:

Publicar un comentario